Ciudad azul

Reconectando  a la población de Oslo con el fiordo

En el verano inusualmente cálido de 2018, me encontraba paseando por las recalentadas calles de Oslo. Necesitaba refrescarme de alguna manera, y me di cuenta de que no estaba muy lejos del muelle del ayuntamiento. Me dirigí al embarcadero con la idea de sumergir los pies en el agua durante un rato. Pero al llegar a la orilla, vi que el nivel del agua estaba un metro por debajo de mí. Estiré mi pie lo más posible hacia la superficie del agua, pero me era imposible alcanzarla. Busqué una escalera o algo que me acercara al agua, pero no encontré nada. Empecé a desesperarme. Tan cerca, y aun así, tan lejos…

Una forma de vida unida al agua

Mi madre creció en Hardanger, en la costa oeste de Noruega, rodeada de montañas, glaciares y cascadas. Mi padre creció en el lado opuesto del país, en la costa sureste, en una ciudad industrial llamada Fredrikstad. En verano solían nadar, pescar y navegar, mientras que en invierno esquiaban o patinaban. El agua y la nieve formaban parte de la identidad y la genética de mis padres. La casa en la que crecí estaba a unos pasos de la playa, y teníamos un barco pequeño en el puerto del pueblo con el que salíamos a navegar los fines de semana y las tardes soleadas para tomar el sol, nadar en el océano y jugar en las aguas poco profundas hasta que se ponía el sol. Me quedaba dormida en el momento en que mi cabeza salada tocaba la almohada. La naturaleza era accesible durante todo el año, y como le ocurre a la mayoría de noruegos, también era algo que formaba parte de nuestra vida diaria.

En la década de los 90, me trasladé a Oslo para estudiar y la ciudad me pareció gris y contaminada: mis recuerdos están llenos de hormigón, asfalto, coches y ruido. También había algunos parques, pero no tenía la sensación de estar en una ciudad costera. Rara vez podía ver el fiordo y no existía el olor del océano con el que crecí. Tampoco recuerdo el sonido de los barcos navegando, a excepción de la sirena ocasional de un crucero en la distancia. Era consciente de que el agua estaba ahí, detrás de los contenedores, los edificios industriales, los barcos atracados en el muelle. Pero la orilla parecía ser un lugar privado y poco acogedor.

 

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Ópera de Oslo, obra de Snøhetta. Imagen © Ingjerd Sandven Kleivan

 

 

La revelación de la Ópera

Cuando la Ópera se inauguró en Bjørvika en 2008, se convirtió en el primer «eslabón perdido» que reconectaba a los habitantes de Oslo con el fiordo. Por fin, teníamos acceso al agua en el centro de nuestra ciudad. El edificio se convirtió rápidamente en un punto de atracción para turistas y locales. El año 2008 también marcó el comienzo de la iniciativa de la ciudad de Oslo conocida como Fjordbyen (ciudad del fiordo). Fjordbyen ha sido el proyecto de desarrollo urbanístico más importante de las últimas décadas. El paseo marítimo del puerto ha sido uno de los proyectos estratégicos más significativos enmarcado en Fjordbyen que ahora une Frognerkilen en el oeste con la desembocadura del río Alna en el este a través de un espacio público continuo de 9 kilómetros de longitud.

En vez de presentar un único diseño para todo el tramo, el masterplan estratégico determinó el uso de bancos de pruebas. Estos bancos de pruebas han sido una importante herramienta para testar y analizar pequeños proyectos temporales a lo largo del paseo marítimo del puerto, que ha tenido como resultado una gran variedad de proyectos de transformación, incrementando el uso de la zona costera y creando un entorno urbano más democrático.

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Sauna, Oslo. Imagen © Ingjerd Sandven Kleivan

Sanación azul

Mirar al océano azul nos proporciona tranquilidad. El simple hecho de oír y ver el agua es suficiente para bajar nuestra tensión arterial y hacernos sentir más felices y relajados. Estar cerca del agua afecta a nuestro cerebro y a nuestro sistema nervioso, disminuyendo la tensión arterial y ralentizando el ritmo cardíaco. El mar en Noruega suele estar a baja temperatura todo el año. Sin embargo, nadar en agua fría mejora la circulación, reduce la inflamación y recarga el cuerpo. La alternancia entre el frío y el calor es una forma saludable de estimular el sistema, relajar los músculos y fortalecer el sistema inmunológico del cuerpo.

Desde que comenzó la transformación de la costa de Oslo, el baño en el hielo y las saunas flotantes se han convertido en una actividad muy popular para todas las edades, y han aparecido varias saunas nuevas por toda la costa. En 2015, los habitantes de Oslo lograron al fin una amplia zona adecuada para el baño en pleno centro de la ciudad, en el puerto de Sørenga, un nuevo muelle y una playa urbana en la zona sur de un área residencial cerca de la Ópera. Tuvo una gran aceptación, era claramente algo que los habitantes de Oslo necesitaban. ¡Qué gran regalo!

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Zona de baño en el puerto de Sørenga, Oslo, obra de LPO Arkitekter. Imagen © Ingjerd Sandven Kleivan

 

El futuro azul de la ciudad

Solía pensar que tendría que mudarme a mi ciudad natal para recuperar esa relación diaria con el agua. Pero el año pasado, Oslo fue la Capital Verde Europea 2019, y la ciudad ha demostrado su intención de convertirse en un lugar sostenible y atractivo para vivir. En todo lo ecológico, siempre encontramos una conexión con el agua. El paseo marítimo, la zona de baño y las saunas son un primer paso en la transformación en una futura ciudad más azul, pero como habitante de la ciudad, considero que aún necesitamos más puntos de acceso al agua para poder refrescarnos los pies en los calurosos días de verano. Con otras dos décadas de transformación planificada por delante, tengo grandes esperanzas puestas en la ciudad en la que crecerán mis hijos.

¿El alma de un pequeño pueblo expresada en el cuerpo de una gran ciudad? ¡Me apunto!

Imagen principal: Paseo marítimo, Oslo, obra de White Arkitekter/Rodeo arkitekter. Imagen © White Arkitekter